Por Cynthia Reséndiz
Es viernes, son las once de la mañana, estoy sentada en la mesa del comedor, lista para entrar a la llamada de zoom del primer módulo del curso de Identity, el tema, el Síndrome del Impostor.
Y en una de las primeras hojas de la presentación, leo, en letras negras, enormes:
Fracaso = éxito sin satisfacción.
Y se me llenan los ojos de lágrimas, quiero salirme de la sesión, cerrar de inmediato mi computadora, salir corriendo de ahí.
Porque finalmente alguien logró definir lo que siento. Y no sé qué hacer con eso.
Te cuento la historia, cada que es mi cumpleaños me da la crisis existencial, de que no he logrado nada en mi vida, de que me siento una fracasada, de que no tengo un verdadero negocio, me azoto y me tiro al piso, ya después hablo con mis amigas, me escuchan pacientemente, se me pasa el drama, retomo las fuerzas; sigo avanzando aún sin querer y sí, hago lo mismo cada año…
Hasta ahora, cuando de repente, me doy cuenta, de que la historia que me he estado contando no es en realidad acertada. La sensación que tengo no me ayuda a salir adelante y por supuesto, tampoco me sirve para avanzar.
Me quedo pensando en la misma frase toda la semana, el fracaso es igual al éxito sin satisfacción…
Y si, eso es lo que me pasa, tengo una carrera universitaria, maestría, experiencia en proyectos, títulos, cursos, etc. Pero nada se siente como “éxito”.
Si lo pienso un poco, es claro, porque no, la realidad es que pocas veces me he sentido satisfecha con las cosas que he logrado y que he hecho.
¿Eso me hace perfeccionista? ¿Desagradecida? No, sólo humana.
Y puede parecer absurdo, que nunca hubiera puesto esos dos conceptos juntos, pero al ver claramente la relación, finalmente puedo cambiar mi perspectiva y salir del ciclo en el que estoy atrapada.
¿Por qué te cuento esto? Porque una de las partes fundamentales de lo que somos y hacemos tiene que ver con las historias que nos contamos, en este caso, me faltaba una parte muy importante de la definición del éxito, para poder cambiar la historia que me estaba contando y poder lograr un resultado distinto.
Me faltaba la parte de la satisfacción personal, mientras no pusiera ese concepto dentro del contexto de las cosas que hacía, todo iba a seguir igual. Regina Righi habla mucho de desarrollar la estrategia, para mí, éste es un paso que debe darse antes de empezar con la estrategia, primero hay que identificar qué es el éxito para cada quién, cómo se ve, qué incluye, tener claridad en los marcadores de satisfacción.
¿Lo que quiero son seguidores? ¿Lo que quiero son historias de transformación? ¿Crear una comunidad? ¿Fama? ¿Reconocimiento? ¿Fortuna?
Es, sin duda, un ejercicio de honestidad individual, muchas veces creo que sé qué es lo que quiero, o mejor dicho, creo que eso es “lo que debería querer”, pero hasta que no responda honestamente, no voy a poder avanzar con la estrategia y mucho menos disfrutar del éxito que obtenga.
Todavía no es mi cumpleaños este año, pero estoy tranquila, porque ahora sé, que no es que sea en realidad un fracaso o que lo que haya hecho no haya tenido éxito, ya entendí que necesito poner atención a lo que me genera satisfacción y tomar las decisiones desde ahí, antes de volverme loca y lanzarme al siguiente reto, comprar el siguiente curso, iniciar el siguiente negocio, grabar los próximos episodios del podcast, etc.
¿Tú éxito te genera satisfacción o también vives en el drama del fracaso?