El poder de subir tu propia montaña: una lección de vida desde la cima—¡Siiiiiigue mi vooooooz! —escucho en mi interior, mientras miro a lo lejos la inmensidad de la cumbre, una nueva montaña que he decidido conquistar. Y es que hay tantas alturas como formas de llegar, ascender… y también muchas formas de abandonar. He pasado por tantas experiencias en mi vida, tantas caídas. Incluso me he perdido varias veces en senderos emocionales que antes cargaba en mi mochila. He caído y me he levantado, he estado herido y he tenido que atenderme para sanar. He escalado solo conmigo mismo la mayoría del tiempo, pero también he elegido caminar acompañado algunas pocas veces —y no siempre elegí bien a mis compañeros—. He llevado el miedo conmigo casi siempre. Hoy conozco bien el miedo y he aprendido algunas cosas de él que les contaré más adelante. Decidí escalar una montaña para encontrar respuestas, o al menos, para probarme que aún era capaz de enfrentar mis propios miedos. La montaña, con su inmensidad y desafío, se había convertido en el símbolo perfecto de todo aquello que había evitado por años: mis dudas, mis límites y esa vocecita interna que constantemente me decía que no era suficiente. Antes de comenzar la travesía, me crucé con un montañista experimentado que, al escuchar mis razones para subir, simplemente sonrió. Me miró con calma y me dijo algo que jamás olvidaré:
“Recuerda esto: no es la montaña la que tienes que vencer, es a ti mismo. Respeta el camino, haz pausas cuando lo necesites, pero no te detengas. Cada paso, por pequeño que sea, es una victoria. Y nunca olvides que la cima no es el único propósito; es lo que aprendes de ti mismo mientras subes lo que realmente importa.”
El primer tramo de la subida fue emocionante. Todo parecía bajo control: el aire fresco llenaba mis pulmones, el crujir de las hojas bajo mis botas me conectaba con el momento presente, y el horizonte prometía algo grandioso. Pero pronto la realidad me golpeó. El sendero se tornó más empinado, las rocas más resbaladizas y el frío comenzó a calarse en mis huesos. Mis fuerzas empezaron a menguar, y con ellas llegaron los pensamientos que tantas veces me habían detenido en el pasado: No puedo hacerlo. ¿Qué sentido tiene? Nadie me culparía si me detengo aquí.
Fue en ese momento cuando recordé las palabras del montañista: “Respeta el camino y no te detengas.” Tomé aire y me concentré en lo único que estaba a mi alcance: dar el siguiente paso. Dejé de mirar cuánto faltaba para la cima y empecé a enfocarme solo en el movimiento de mis pies. Paso a paso. En medio de esa lucha interna, mi mente comenzó a viajar. Recordé proyectos abandonados porque creí que no tenía lo necesario, oportunidades que dejé pasar por miedo a fracasar y momentos en los que, en vez de avanzar, elegí quedarme en mi zona de confort. Pero también recordé instantes en los que, a pesar del miedo, di el salto. Instantes en los que me demostré que era más fuerte de lo que creía. En el tramo más difícil del ascenso, cuando el cansancio me hacía temblar, las palabras del montañista resonaron de nuevo: “Cada paso, por pequeño que sea, es una victoria.” Y así, en el silencio de la montaña, comprendí que la verdadera lucha no era contra el terreno ni las rocas, sino contra mi propio miedo. Cuando finalmente llegué a la cima, no solo vi un paisaje espectacular; vi todo lo que había conquistado dentro de mí. Entendí que la montaña no era mi enemiga, sino mi maestra. Cada paso doloroso, cada pausa necesaria, cada duda superada me había transformado. Y aquí es donde quiero dirigirme a ti, que quizás estés enfrentando tu propia montaña. Tal vez tu montaña sea el miedo al fracaso, una pérdida dolorosa, un sueño que parece imposible o simplemente esa voz interna que te dice que no puedes. Quiero que recuerdes los consejos del montañista: 🌄 Lecciones del camino
Desde la cima de mi montaña, quiero decirte esto: el desafío no define quién eres, sino cómo decides enfrentarlo. No importa cuántas veces te detengas o dudes, lo importante es que sigas avanzando. Porque, paso a paso, no solo estarás más cerca de tu meta, sino también más cerca de descubrir tu verdadera fuerza. Al final, no se trata de conquistar la montaña. Se trata de conquistar al montañista en quien te estás convirtiendo. Y si tienes la fe y la valentía para seguir avanzando, descubrirás que las cumbres más altas son aquellas que transforman tu alma y te hacen tocar el cielo con las manos. Ha sido un honor escribir estas palabras para tratar de inspirarte. Sabes, no soy un montañista ni alpinista en el sentido literal: soy un coach, entrenador de liderazgo y desarrollo personal. Pero ahora que lo pienso, ha pasado seriamente por mi mente vivir una experiencia como alpinista real.
Extracto del capítulo “El llamado de la cumbre” de mi autoría.
Escrito por Roberto Mesén
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